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viernes, 9 de marzo de 2012

Analogía y metáfora como vehículos de conocimiento zoológico. Arte y ciencia en "Jurassic Park", o el eterno retorno de los dinosaurios.



2.2.1.1-Analogía y metáfora como vehículos de conocimiento zoológico.
Arte y ciencia en "Jurassic Park", o el eterno retorno de los dinosaurios.

La analogía, antesala de la metáfora, es estudiada en todas sus posibilidades por el equipo creador de "Parque Jurásico" a la hora de situar al espectador en un parque temático, lugar propio de la divulgación científica en términos comprensibles por todo el mundo. El argumento demuestra su poderosa eficacia generando un mercado de mercancías análogo al que se daría en uno de estos centros de divulgación y espectáculo armados de tiendas de souvenirs (recuerdos de un día en contacto con una perspectiva científica del mundo).
Personalmente creo que también es significativa la elección de un nuevo tipo de ilustración tridimensional; ya no nos ofrecen reproducciones a escala de las criaturas antediluvianas, no: nos ofrecen muñecos de trapo serigrafiados análogos a las ilustraciones de la literatura naturalista "infladas" para adquirir volumen, como sus referentes de la pantalla, con pautas gráficas reconocibles, comprensibles tras un habituamiento histórico a ellas.
Los mismos dinosaurios son recreados teniendo en cuenta la nueva concepción que la ciencia tiene de ellos, alejándolos de una caduca analogía que los acercaba a los reptiles y mostrándonos dinosaurios análogos a aves, que ya no arrastran la cola, a los que ya no faltan sino las plumas.
El tiranosaurio de Spielberg posee una animalidad análoga en gran medida a la de un pollo. En la segunda entrega, una niña entabla "conversación" con un "compi" (un pequeño composignatus) preguntándole si es una especie de pájaro. La analogía es en este caso tan errónea o tan eficaz como la analogía mono-hombre, pero en todo caso es nueva y asistimos a la confirmación de su nacimiento.
En su día, la tergiversación de las palabras de Darwin se basó en la eficaz persistencia de la analogía como forma de divulgación cultural. Darwin no dijo que el hombre descendiese del mono sino que ambos poseían ancestros comunes, pero dado que éstos, primates, reclaman para su asimilación la analogía con los primates y prosimios modernos (y éstos, a su vez la fácilmente comprensible analogía con los monos -esos animales de estructura física análoga a la de un humano-) los monos también se humanizaban en virtud de la reversibilidad de la analogía, del mismo modo que las aves son completadas en su significado por su analogía con los dinosaurios.
Los últimos animales que vemos en "Parque Jurásico" son pelícanos, que al paleontólogo amateur se presentan como claras analogías de Pteranodontes o de Pterodáctilos (que, por cierto, no eran dinosaurios en sentido estricto), y en la segunda entrega ("El mundo perdido" -análogamente a las novelas homólogas de Conan Doyle y Crichton) el último animal en pantalla es precisamente un Pterodáctilo.

Foucault insiste en que son la reversibilidad y la polivalencia las que dan a la analogía "un campo universal de acción". Todas las figuras del mundo pueden de algún modo relacionarse:

"...existe en este espacio surcado en todas direcciones, un punto privilegiado: está saturado de analogías (cada una puede encontrar allí su punto de apoyo) y, pasando por él, las relaciones se invierten sin alterarse. Este punto es el hombre; está en proporción con el cielo, y también con los animales y las plantas, lo mismo que con la tierra, los metales, las estalactitas o las tormentas."

Se evidencia que la animalidad humana, subjetivamente diferenciada, es el baremo con el que medimos la animalidad ajena. El hombre, cuyo antropocentrismo renacentista lo reposiciona con respecto a Dios, mantiene obstinadamente la distancia con la Bestia de la Edad Media. Sin embargo, en todo momento, el humano usa su cuerpo y sus connotaciones como referencia para la observación de las criaturas con las que convive o evita convivir.

"El cuerpo del hombre es siempre la mitad posible de un atlas universal. Sabemos que Pierre Belon trazó, hasta el más mínimo detalle, la primera lámina comparativa del esqueleto humano y el de las aves: se ve ahí <>"

(P. Belon, "Histoire de la nature des oiseaux", París, 1555, p.37.,citado por
M. Foucault en "Las palabras y las cosas", siglo XXI, Madrid-México 1993)

Foucault nos llama la atención sobre el hecho de que, si tenemos en cuenta los conocimientos que sustentaban la cultura occidental del s.XIX, podemos ver en la precisión de Belon una lección de anatomía comparada."Sucede que la reja a través de la cual dejamos llegar hasta nuestro saber las figuras de la semejanza, corta de nuevo en este punto (y casi sólo en él) lo que había dispuesto sobre las cosas el saber del s. XVI". Sin embargo, la descripción de Belon destaca precisamente la positividad que la hace posible en su época. Habla el lenguaje de su época acerca de un tema con un determinado interés en su época. Aunque se nos pueda antojar así desde nuestra propia perspectiva histórica, no es una explicación más impregnada de exactitud -a menudo sinónimo de modernidad- que las que se nos dan en los bestiarios medievales y sus descendientes divulgativos con pretexto zoológico o de cualquier índole:
"No es ni más científica ni más racional que la observación de Aldrovandi cuando compara las partes bajas del hombre con los lugares infectos del mundo, con el infierno, con sus tinieblas, con los condenados que son como los excrementos del Universo" (Foucault se refiere a Aldrovandi, "Monstrorum historia", p. 4)

Del mismo modo, de los documentales zoológicos en que las hienas son mostradas en calidad de seres despreciables y al león como un rey majestuoso hemos pasado desde los años setenta y ochenta a una visión de ambos como piezas del mismo rompecabezas, luchadores ya no infatigables que han transgredido las analogías que compartían con demonios y reyes.
Las analogías se suceden y superponen sin solaparse totalmente, dueñas de una traslucidez que las hace culturalmente coexistentes, el bandido bueno y su sencilla majestad, el perro como más noble amigo del hombre es el mismo "perro" que califica a los más ruínes esbirros.


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