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miércoles, 14 de marzo de 2012

El árbol de plástico




El árbol de plástico



PRÓLOGO (redactado sobre un escrito desarrollado entre los años 90 y 93)
El presente escrito es fruto de las reflexiones teóricas sobre la actividad profesional que compagino con la docencia del área visual, la recreación y reproducción fidedigna, o cuando menos realista, de elementos de la naturaleza. En los diferentes momentos de desarrollo de estas líneas, los problemas cotidianos venían del enfrentamiento entre mi estilo de trabajo y el estilo propuesto por las empresas que me han contratado, muy especialmente el Museo de Cera de Barcelona, Zoo de Barcelona y Atrox-Proyectos Zoológicos.
Al trabajar con compañeros de estudios, es posible que de algún modo atestigüe las diferencias de criterio de calidad de imagen entre una escuela de arte, como la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, así como otras con las que he tenido contacto (La Laguna, Madrid, Pontevedra), y las instituciones generadoras de espectáculo visual divulgativo.
La génesis de este discurso, particularmente en lo que se refiere a problemas propios de la filosofía de la percepción, el arte realista y la fotografía como catalizador de nuestro universo visual, tiene mucho que ver con mi trabajo para el Museo de Cera, que supuso el aprovechamiento de mis recursos como escultor, pintor, ilustrador, fotógrafo, diseñador... y aunque quien mucho abarca poco aprieta, también es cierto que adquiere una cierta mirada amplia sobre el conjunto de pequeños problemas técnicos que encierran cuestiones teóricas, interesantes para cualquier persona interesada por la imagen.
Así pues, podría decirse que el detonante de los dos apéndices a mi tema central de trabajo, se debe al trabajo básicamente artesanal desarrollado en el primer decorado del Museo de Cera en que participé hace ya unos años. También es verdad que la propia temática del decorado (“El bosque de las hadas”) hacía que durante todo el día mi cabeza se plagara de reflexiones, a menudo un tanto paranoicas, alrededor de cuestiones como la reproductividad, la realidad y la naturaleza, la transcripción y la imagen realista, la imagen naturalista y la imagen fotográfica, la traducción... todo un “brain-storming” individual, y difícilmente transferible, con el cuestionamiento crítico del conocimiento empírico en el ojo del huracán. El poco tiempo que el trabajo escenográfico me dejaba no parecía suficiente para leer información bibliográfica al respecto, pero el seguimiento de los cursos de doctorado en combinación con la elaboración de nuevos proyectos escenográficos que exigían cierta documentación no hicieron sino aumentar una creciente curiosidad que espero contagiar al lector. He de decir que las condiciones de trabajo no siempre han sido óptimas, siempre por diferentes motivos, pero uno de los más irritantes era comprobar que, para una empresa nacida de la decoración cinematográfica (de Enrique Alarcón, un clásico de la dirección artística en el cine español, fundador y artífice del Museo de Cera de Barcelona), realismo y fidelidad científica con la realidad visual no son lo mismo, ni tienen por qué serlo. La fantasía y la realidad se mezclaban con la documentación científica para reproducir la textura de un árbol o de una roca, o de cualquier criatura o elemento natural. El criterio de selección de propuestas plásticas era estético, no veraz, aunque siempre lo más verosímil posible.
Lo peor estaba por llegar: Julio de 1993. El Museo de Cera se había embarcado en un proyecto para el zoo de Barcelona. Esta vez el bosque no acogería hadas, sino lémures. Esto también da que pensar.Temeroso de un bloqueo mental, vomité sobre el papel todas las ideas de interés para los temas de mis cursos de doctorado y, en menos de dos meses, de nueve a doce de la noche, redacté con la mayor fortuna posible toda una serie de reflexiones sobre la imagen y el lenguaje, la fotografía y la verdad, la mentira y el arte...
No obstante, intentaré comentar algunos vacíos de mi trabajo introductorio y, en definitiva, continuar por las mismas sendas que entonces comencé a trazarme.
Espero que para los inmediatos lectores no sea molesto mi empeño en entrelazar los distintos temas en un discurso único. Mi intención es, sencillamente, señalar cuestiones que creo significativas y comunes a distintos campos de la cultura visual que aquí estudiamos. Problemas que tienen que ver con la estética de la fotografía y su influencia como paradigma realista en medios escenográficos y/o escenológicos, así como la interacción de este paradigma estético en las imágenes de soporte electrónico (video, televisión, imagen digital) a través de los medios de difusión cultural.
En este sentido me interesa la interacción entre los medios y la sociedad, en la medida que buena parte de la oferta de unos, al coincidir con la mayoritaria demanda de la otra, produce patrones de aceptación visual, certificados de verosimilitud y realismo, que en mi opinión parten de una distorsión nacida con la utilización de la fotografía superpuesta a la ya existente distorsión cultural.
Para ello, mi tema recurrente será la imagen (del mundo) animal a través de medios de divulgación científica (omitiré, pues, lo más posible, la interminable aparición de imágenes animales en otros campos de la cultura si no lo creo estrictamente oportuno por la vastísima extensión de este campo).
Confío en que, por encima de mis limitaciones, sea clara mi intención: señalar cuestiones que creo significativas y establecer conexiones que me limito a detectar para que especialistas más hábiles, capaces y pacientes desentrañen.

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