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viernes, 23 de noviembre de 2012

graffitti digital de control ocular y aplicación digital de reconocimiento de caras

http://www.youtube.com/watch?v=VJsB1j8fX2U&feature=youtu.be



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Animalidad y parecido. Percepción Facial .


Animalidad y parecido

Anthony Hopkins
Animalidad perceptiva y diferenciación de animalidades.
Si volvemos al discurso de Scruton, nos encontramos ante el Kantiano razonamiento que afirma que “el cuadro ideal no tiene por qué presentar una apariencia idéntica a la de su asunto [....], no es necesario que el artista se esfuerce por presentar una copia exacta de la apariencia del mismo”. Esta afirmación me lleva a detenerme aquí y preguntarme: ¿qué es una apariencia exacta? ¿no es acaso la apariencia una copia de una fracción espaciotemporal de la esencia? Y más si pensamos en un ejemplo como el que escoge Scruton: un retrato (concretamente el del Duque de Wellington). ¿No es factible, acaso, una descripción exacta de un “momento” peculiar y desconocido del objeto (alias sujeto, alias asunto)?.
Frankie Muniz

david bennent
Cuando un observador no encuentra parecido entre el retrato y su retrato lo achacará antes a una incapacidad del pintor que a su habilidad para captar un momento excepcional del retrato. Si ignora que el retrato representa a fulano y no lo reconoce, su sorpresa al enterarse, le llevará a comentarle a fulano que no encuentra parecido alguno, dudando de la capacidad del artista, pero si se entera del renombre o la calidad reconocida de éste tal vez comente: “ese día no estaba inspirado” o, por el contrario “bueno, sí, algo sí que tiene” y “lo que tiene” suele ser un aire de no se qué.
mikhail baryshnikov
Si este mismo caso se diese con una fotografía, nuestra engañosa creencia de que ésta refleja la realidad tal y como es llevaría, lejos de dudar de la capacidad del fotógrafo, ni nada semejante, a comentar, lisa y llanamente: “qué raro saliste aquí”. Y, es curioso, en muchos casos he visto cómo el elogio al fotógrafo provenía de su capacidad para presentar un aspecto inédito del sujeto fotografiado, aunque ésto no sea más que un mérito propio de las posibilidades de la técnica.
david bennent
Me viene a la memoria uno de los “cuentos sin plumas” de Woody Allen, en el que el protagonista sufre una crisis de sentimientos hacia su pareja, sencillamente porque "desde cierto ángulo de luz" le recuerda a una tía suya.

El problema del parecido y el reconocimiento de caras es más complejo de lo que pueda parecer, y de hecho, parece ser que tenemos un área cerebral específica para reconocer rostros (los autistas no la tienen igualmente activa, y han de reconocer los rostros como inspeccionarían cualquier otra categoría de objeto).
david bennent
Parece ser que, del mismo modo que usamos pautas de reconocimiento, también las asociamos o superponemos a rostros de distintas personas, y se da más de una categoría, por lo que a menudo encontramos parecidos entre personas que ni siquiera poseen rasgos físicos visualmente semejantes. Las fotografías son reconocibles como imágenes análogas a la realidad por estar inmersos en una cultura plagada de imágenes, desde representaciones esquemáticas o simbólicas hasta muy complejas. Sin esta información previa, no es tan sencillo como nos parece reconocer la imagen registrada por una fotografía, y ésta se vuelve cómplice de los engaños de la percepción, que la acepta como huella indiscutible de la realidad (aunque creo que este criterio está cambiando radicalmente en nuestra era de reconocidas manipulaciones digitales al alcance de la mano de cualquiera).
david bennent
Veamos, si no, una serie de fotografías de diferentes personajes más o menos conocidos por todos que podemos asociar a rostros emparentados por diferentes relaciones psicoperceptivas. El viejo juego de los parecidos razonables entraña ciertas paradojas curiosas desde la aparición de la fotografía, porque permite constatar el parecido entre personas de diferentes épocas históricas a diferentes edades, o incluso el escaso parecido entre fotografías de una misma persona.

Anthony Hopkins
Se ha hablado, desde reflexiones más o menos sesudas (Walter Benjamin, Roland Barthes, Peter Galassi...) de el poder de la fotografía para reforzar nuestra memoria, reactivarla o congelarla. Incluso de un cierto poder esotérico de devolver la imagen de los ya muertos como si de su espíritu se tratase, aunque, en realidad, lo que más fuertemente se constata gracias a la fotografía es cuán rápido asumimos las novedades tecnológicas y las perspectivas que nos ofrecen y qué lentamente en cambio asimilamos o somos conscientes de los cambios que se producen en nosotros, incluyendo, paradójicamente, los debidos a las nuevas perspectivas perceptivas que nos ofrecen la tecnologías sensoriales, especialmente las auditivas y las visuales.
Frankie Muniz
Tanto es así, que, a la vez que nos sorprendemos de los cambios físicos que nos afectan a corto plazo, nos admira la permanencia de los rasgos reconocibles, característicos, a pesar del paso del tiempo, tal vez amparándose en las diferentes técnicas que disimulan dicha transformación o tal vez por constatar la poderosa persistencia de los arquetipos y de los rostros que prefabricamos al conocer a alguien a quien seguimos viendo con asiduidad. Atañe no sólo al reconocimiento visual de objetos sino al de caras, al parecer realizado, como hemos apuntado, en un área específica de nuestro cerebro relacionada con la capacidad de empatizar.
La existencia de la fotografía ayuda a reforzar estos planteamientos al poder apreciar las sutilezas cambiantes de un mismo rostro en distintos momentos o desde diferentes ángulos.
david bennent
Esto está muy relacionado con los diferentes recursos empleados por los actores, por ejemplo, para enviar mensajes a nuestra percepción y que acepte el parecido con un personaje sin necesidad de recurrir al maquillaje sino a actitudes corporales o expresiones (a veces inclusoreestructuraciones musculares) faciales características de ese personaje (damos por hecho que estaríamos de un personaje reconocido, y por tanto ante una imitación) pero la fotografía demuestra desde que existe no sólo su asombroso parecido con la realidad sino, casi inevitablemente, lo poco que la realidad se parece a sí misma.
Y si hemos llegado a este punto desde la imagen animal como paradigma icónico es porque nuestra animalidad condiciona nuestro modo de percibir las cosas, especialmente nuestra propia animalidad, o si lo prefieren, espiritualidad.
mikhail baryshnikov
Según nos resume el profesor Manzanero, de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, se combinan diferentes análisis y codificaciones perceptivas en el reconocimiento de caras

Más información en anteriores entradas de El Animal Invisible

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