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martes, 3 de marzo de 2015

El diseño industrial desde una perspectiva evolucionista de fenotipos extendidos

Ha muerto recientemente Kenji Ekuan, diseñador industrial responsable de la existencia de la ubicua botella de la salsa de soja Kikkoman y de la revolucionaria Yamaha VMax, modelo que, por cierto, acaba de cumplir 30 años de existencia. Muchas referencias a su persona y su trabajo han invadido las redes, medios de comunicación e internet por su importancia en el mundo del diseño desde la firma GK Design Group.

El diseño industrial desde una perspectiva evolucionista de fenotipos extendidos, aprovechando terminología robada a Richard Dawkins, nos resitúa en el problemático asunto de la analogía entre máquinas y seres vivos, que, para poner un ejemplo que sirva de consulta y contexto, ha sido estudiado por Humberto Maturana y Francisco Varela alrededor del concepto de autopoiesis.

En realidad, si recapitulamos sobre lo que dijo en su día Raymond Loewy, posiblemente el gurú por excelencia del diseño industrial, más allá de la eficacia y eficiencia de cualquier máquina, su vida y su longevidad comercial depende de las preferencias del mercado, y, como bien dijo Loewy, "lo feo no se vende". Esta premisa supondría una especie de ley de selección natural, o si lo prefieren artificial o comercial, que determinaría la supervivencia en el mercado de determinados productos, o al menos de su diseño externo, de su aspecto, que influiría en el diseño de otros productos que lo emulasen por imitación o que intentasen romper con sus pautas estéticas para reclamar la atención del público.
No creo necesario recordar la existencia de diseños que han demostrado ser funcionales, cómodos o estéticamente atractivos, icónicos hasta el extremo de convertirse en clásicos del diseño, como la botella de Coca-Cola, el WolksVagen Beetle, el mini Cooper, la Bultaco Sherpa, o el bolígrafo Bic, y, en todo caso, todos somos conscientes de la llegada de ciertos modelos cuyo diseño perdura más o menos o es más o menos influyente en el de los demás, con lo que es el diseño y no el modelo en particular lo duradero, de modo similar a como Dawkins afirma que no son las especies las que perduran en su lucha por sobrevivir, sino los genes que condicionan determinados fenotipos. También Dawkins nos habla del concepto de fenotipo extendido como aquel elemento externo al organismo que no obstante surge de su intervención, dependiendo entonces de aquellos genes que determinan determinados fenotipos extendidos. Las presas de los casotres, los nidos de los pájaros o los termiteros son ejemplos claros de fenotipos extendidos. A medio camino entre el uso de objetos externos, como las conchas de moluscos empleadas por los cangrejos ermitaños, y el fenotipo exenndido, nos encontraríamos con la tecnología humana y todos aquellos productos que denominamos artficiales, en contraposición a aquello que es genuínamente natural, no construído por una inteligencia. ¿Hasta qué punto es natural o artificial el nido de una cigüeña? ¿Porqué no considerar una forma particular de objeto natural a un camión o una excavadora? Lo que determina la evolución de una excavadora es la evolución tecnológica, industrial, de los materiales o de los combustibles, pero también de su aspecto estético para reclamar la elección del comprador.
El ejemplo queda más claro si hablamos de vehículos utilitarios o de recreo. Ciertos aspectos de su diseño nos hablan de su potencialidad de uso. Formas aerodinámicas sugieren velocidad o deportividad, y ésta acaba por resultar atractiva para unos e intimidatoria para otros. El Jaguar E-Type, por ejemplo, es un diseño clásico e influyente que atrajo a un público usuario de coches utilitarios asequibles que pudiese ensoñarse a sí mismo con un espíritu más deportivo y deseable. Nunca ha sido un deportivo muy eficaz, pero sin duda su hermoso diseño fué responsable de su buen resultado comercial y de su carácter influyente desde la mera estética automovilística.
La botella de salsa de soja Kikkoman, diseñada por Ekuan, es un clásico que ha pervivido en el universo comercial hasta el punto de alcanzar una masiva ubicuidad. Algo similar podríamos decir, a otra escala de productos, de la mítica y ya clásica Yamaha VMax, del mismo diseñador, que sigue manteniendo su diseño esencial de motocicleta musculosa, que comparte aspectos propios de las motocicletas urbanas, deportivas y custom. Son criaturas que han pervivido enviando la correcta proporción de superstímulos a sus potenciales compradores. Pensemos ahora en la combinación de rasgos físicos que la cría animal selectiva ha proporcionado a las distintas razas de animales domésticos que han prosperado a lo largo de la historia, o porqué el perro de raza selecta más popular de los años 70 era el pastor alemán y en cambio hoy en día la raza más visible en cine y publicidad sea posiblemente el bulldog francés. El mérito de los grandes diseñadores como Loewy, Stark o Ekuan es que consiguen otorgar saltos evolutivos en ciertos productos a la vez que consiguen su permanencia comercial y de uso lo más prolongada posible. Tal vez constituya algo más que una mera analogía con el éxito evolutivo de los diseños anatómicos de las diferentes especies. Los medios de comunicación audiovisual toman parte en el proceso. La moda no es sino una sublimación de la proyección escópica de nuestra anatomía, de nuestra animalidad, para conseguir un impacto en los demás: intimidarlos, inspirarles respeto, atraerlos sexualmente, despertar su interés económico...y, como bien sabemos, la moda no atañe tan sólo a nuestros ropajes y complementos para alterar nuestro aspecto físico, sino que atañe a nuestra propia anatomía. Diversos tipos físicos compiten por reclamar la atención de sumisión social o sexual de los demás, y los superestímulos que marcan las preferencias cambian de unos individuos a otros, de unas épocas a otras, de unas a otras culturas, pero siempre en base a arquetipos difíciles de borrar de nuestra memoria más ancestral, que reconoce las capacidades predatorias de una estrecha cintura masculina que denota rapidez en la carrera o de unos anchos hombros aparentemente capaces de transportar presas. ¿Porqué no íbamos a dejarnos seducir por sugerencias similares al contemplar la anatomía de las máquinas? Pensad sobre ello.





Post Scriptum:

La personalización de vehículos a través de la adquisición de accesorios supone una transformación estética y funcional de estas extensiones de nuestras personas, pero también de sus características mecánicas y de la seguridad de su manejo. Existe una pugna entre el sector industrial que vive de producir recambios y accesorios que seduzcan al público y las inspecciones técnicas oficiales para garantizar la seguridad vial. El reciente recrudecimiento de la normativa de las ITV en nuestro país ha levantado voces de alarma en la prensa del motor temiendo, en tiempos de crisis, por el sector económico que depende de este tipo de productos, cuya limitación pone en peligro a comerciantes y fabricantes. No obstante, la aplicación estricta de las normativas por parte de inspectores reacios a usar el sentido común puede llevar a poner en duda la oportunidad de los diseños homologados por el ministerio de industria o crípticamente acotados o descritos por las fichas técnicas de los fabricantes de recambios originales.
Aunque sólo sea como anécdota, os ofrezco la lectura de la carta que envié a ciertos medios explicando mi caso (os garantizo que es absolutamente cierto) y que en esta versión revisada por la redacción de El Periódico de Cataluña, por cierto, está muy suavizada y descargada de cierta concreción de datos.

VEHÍCULOS

La ITV y la seguridad en moto

Martes, 24 de febrero del 2015 Manoel Anxo Fernández Alborés (Barcelona)
Hace casi 17 años que me compré una moto, una Yamaha Virago, a la que nunca he puesto más extras que un portapaquetes original de la marca. Llevaba, por tanto, bastantes años pasando las inspecciones técnicas sin ningún problema más que renovar la placa de matrícula o reparar el piloto de freno. Hasta hace un par de semanas. Yo vivía ajeno al revuelo causado por la nueva normativa de ITV aplicada a motocicletas desde el 14 de enero. En las revistas del mundo del motor sí se veía como un atentado contra los intereses de la industria del recambio y el accesorio por su rigidez, pero mi experiencia me dice que el surrealismo se ha instalado en el mundo de la ITV. Me quedé perplejo cuando, tras tomar medidas del ancho del manillar, me obligaban a cambiarlo por una falta grave al no coincidir sus medidas con las de la ficha técnica del vehículo. Lo curioso del caso es que el manillar era el mismo que cuando compré la moto. Según parece, no llegaba a las medidas oficiales por menos de cuatro centímetros. Tras protestar ante los técnicos de la ITV, contacté con el concesionario, que consultó al fabricante, y me dijeron que el manillar no era el correcto. Decidí no sustituirlo por uno de fábrica, por si todo esto fuera una jugada interesada, e instalar un diseño recto, alzado y de posición forzada, que tuvo que cortarse en sus extremos por sobrepasar el ancho reglamentario. Ahora tengo que manejar un vehículo tuneado, de incómoda maniobra de giro y menos operativo entre el tráfico, pero eso sí, con la ITV superada, que vela por la seguridad.

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