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jueves, 8 de diciembre de 2016

Animales y videojuegos





Pasamos de la gastronomía paleontológica a otra cosa, pero ya sabéis que siempre buscamos un modo u otro de enlazar temas. De entrada, podemos establecer el nexo común entre "voracious" y los bestiarios  surgidos de los videojuegos por su pertenencia a la narrativa de ficción, a la fantasía, con justificaciones más o menos científicas o por contrapartida (o no) más o menos mágicas.

En ambos casos la ensoñación de relaciones extraordinarias entre protagonistas humanos (o al menos humanoides) y animales míticos o extraordinarios es prácticamente el detonante de partida, la búsqueda de colmar el deseo de una amistad incondicional o cuando menos provechosa con un animal de otra especie con cualidades que en ciertos aspectos sobrepasan las nuestras.

Si "Voracious" plantea la posibilidad de catar gastronómicamente diferentes especies más o menos suculentas o más o menos apreciadas por su carestía de dinosaurios, lo que podemos apreciar en muchas narraciones literarias y audiovisuales es el alimentar la fantasía de una explotación de un animal bajo la excusa de una amistad, de una camaradería aparentemente incondicional.

Ya hemos hecho referencia a ello acerca de la relación entre Hipo/Hicup y su dragón Desdentado en la saga cinemaqtográfica "Cómo entrenar a tu dragón".

Aunque Hipo se arrepienta de haber capturado y herido al animal, y arregle el haberle impedido el vuelo con una prótesis de su aleta caudal, lo cierto es que se ha procurado una montura que depende de él, como un adolescente que se ha hecho con una moto para tunearla, sólo que cumpliendo a la vez la función de compañero de juegos, mascota y protector. Un chollo.

Lo mismo podríamos decir de series como Eragon, Spirit Animals, los múltiples personajes zoomorfos de infinidad de videojuegos, inspirados en animales más o menos llamativos o carismáticos, o directamente procedentes de evoluciones gráficas de criaturas imaginarias como los Pokémon y todos sus más o menos dignos sucedáneos como Invizimals, Digimons, Slugs Terra y similares, todos ellos al servicio de humanos en régimen de aparentemente satisfactoria y voluntaria esclavitud.



El deseo infantil de vivir realidades alternativas, fisonomías y animalidades alternativas sigue latente en nosotros como un rescoldo de la atávica empatía que nos conecta con cualquier especie animal que se nos presente ante los sentidos.

Los mitos zoológicos y la criptozoología dan buena cuenta de ello, pero en todas las culturas existen criaturas en el límite de lo real y lo ficticio, entre lo posible y lo espiritual, como los Yokai de la cultura japonesa que han inspirado a la pléyade de criaturas ya comentadas.

Los Pokémon son un sucedáneo de los Yokai, y los Yokai reivindican esto desde su propia saga de "Yokai Watch", pero haciendo concesiones a elementos que apuntan a las pokéballs y al coleccionismo en absoluto disimulado que alimenta comercialmente todo este tipo de producciones, con lo que, en definitiva, "Yokai Watch", con influencias de Ben Ten o de Doraemon, entre otros productos, no deja de ser un sucedáneo de Pokémon.

Todos ellos alimentan el deseo de posesión de criaturas bajo el pretexto de su incuestionable consentimiento sin ningún tipo de cuestionamiento moral posible, apenas barnizado por el código de los maestros Pokémon obligados a respetar y cuidar de las necesidades de sus Pokémon cómodamente transportados en pequeñas esferas y convocados como armas o artilugios de combate en un deporte en que los entrenadores son las esterellas que disfrutan de la gloria de la competición.

Educativamente me parece bastante cuestionable y perverso.

Este año que acaba ha sido protagonista del resurgimiento y renovación de la franquicia Pokémon a través de su nueva versión como aplicación interactiva para dispositivos móviles, Pokémon Go, poniendo al mundo entero a la busca y captura de Pokémon en lugares reales y concretos para su localización virtual, simulando en definitiva los poderes del Yokai Watch, que nos permitiría localizar y ver los espíritus Yokai. Sin duda, los recursos narrativos e interactivos de este tipo de ficciones para juegos y series de animación han de ser oportunamente aprovechados antes de que lo hagan incluso sus legítimos portadores iniciales.





Os dejo con una selección de ilustres especímenes del mundo digital, algunas inspiradas en especies reales, incluso en un planteamiento educativo y casi documental de sus métodos de supervivencia, como Wolf Quest, o Dolphin Discovery, pero también abocados versiones más fantasiosas o literarias, como Ecco The Dolphin, o los que han logrado aunar a la perfección la especulación científica y las pautas de la evolución darwiniana con la más liberadora fantasía naturalista, como la auténtica obra maestra Spore.





Hay especies animales que han tenido sus representantes en videojuego, como Donkey Kong respecto a los gorilas, pero todavía muchos ven un zorro en Crash Bandicoot, que supuestamente es eso: un bandicoot, especie que en la vida real está amenazada por la intrusión de los zorros en sus hábitas naturales.


No obstante existen zorros con personalidad propia en el mundo del videojuego, aunque después compartan el carisma de personajes preexistentes en el cómic, como Rockett, el peculiar mapache de guardianes de la galaxia cuya adaptación cinematográfica ha justificado su inmersión también en el mundo del videojuego.








De los realistas y naturalistas lobos
de Wolf Quest, pasndo por criaturas inspiradas por la mitología y la tradición gráfica oriental, podríamos llegar a clásicos como Zelda y la versión lupina de Link.
























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