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miércoles, 21 de junio de 2017

Ballenas varadas como foco de atracción reivindicativo y monstruos surgidos de las profundidades






En nuestra entrada precedente dábamos un pequeño repaso a la obra de Juan Cabana para reflexionar sobre la influencia de los artistas en nuestra interpretación de imágenes de animales como fuente de información verosímil. Lo hacíamos después de observar este tipo de cuestiones al respecto de la Historia Natural de un naturalista de ficción tan ilustre como Stephen Maturin, en la última de una serie de entradas en la que hacíamos referencia a la problemática información plagada de confusiones iconográficas acerca de las ballenas en la época en la que supuestamente a Maturin le habría tocado vivir (coetáneo de los hermanos Cuvier y de toda una plétora de precursores de lo que hoy en día llamamos Biología). En la penúltima de esta serie de entradas, dedicada (entre otros animales observados directa o indirectamente por el Dr Maturin) al narval, observábamos un hecho frecuente en las ilustraciones naturalistas de los siglos XVII al XIX, y es que muchos cetáceos eran mostrados, a falta de una representación mejor, fuera del agua y, concretamente, varados en la playa o sobre los arrecifes, dando pie a una ambigua interpretación en la que los animales podrían aparentar la capacidad de arrastrarse fuera del agua, de modo anfibio, a la manera en que lo hacen otros mamíferos marinos como los pinnípedos (focas, morsas, leones marinos, etc.).

De la misma manera que hasta la llegada de los acuarios transparentes los peces eran mostrados tal y como se verían en una pescadería (de costado, como si reposasen sobre el papel de dibujo, tal y como se le presentaban al artista que los observaba de forma directa) o vistos desde arriba (tal y como los observaría cualquiera desde un barco o al borde del mar, un lago, un río o un estanque), los grandes cetáceos sólo podían ser observados, antes de las primeras inmersiones con ventanas de observación, de forma parcial asomándose a la superficie del agua. Ni siquiera los balleneros tenían muchas oportunidades de observar su anatomía externa al completo, pues solían descuartizar a los animales semisumergidos o flotando junto al costado del barco, y tan sólo cuando éstos podían ser izados a cubierta o arrastrados a puerto para su troceado podían ser observados al completo, e incluso en esas ocasiones, al estar fuera de su medio natural, careciendo de los efectos físicos de la flotación, los cuerpos se deformaban a causa de su propio peso. Normalmente estas raras ocasiones de observación directa estaban reservadas a los profesionales de la industria ballenera, y ni siquiera eran documentadas.

El mar ofrecía antaño un territorio de especulación, pues sólo mostraba fragmentariamente a la mayoría de las grandes criaturas que lo pueblan, por lo que la imaginación, responsable de la existencia de muchos de los monstruos que invaden las culturas, solía completar con escasos datos fiables las partes ocultas o visibles desde puntos de vista engañosos muchas partes de la las anatomías de estas gigantescas criaturas. Ya hemos procurado dar cuenta de ello respecto a la distorsión gráfica de la anchura de la boca del cachalote.



Los gigantes de cualquier tipo producen fascinación, y los gigantes marinos adquieren además el misterio de la rareza de su observación directa y el misterioso fraccionamiento de esta causada por el velo óptico de la superficie del agua. Tampoco insistiremos en todo lo dicho al respecto de los recursos visuales empleados por Stephen Spielberg en "Tiburón", con la imagen dividida entre la zona aérea superior y la acuática inferior, acentuando tópicos culturales que siguen acompañando prácticamente a cualquier documento gráfico sobre tiburones y otras grandes bestias marinas.

Existen documentos gráficos y escritos sobre avistamientos de grandes animales marinos desde tiempos muy antiguos. Ya hemos mencionado en más de una ocasión el célebre grabado de Goltzius sobre la aparición de un cachalote varado en la costa holandesa en el siglo XVI, así como de muestras similares de otros autores tanto conocidos como anónimos, y en casi todos ellos se hace obvia la atracción que suponían para la población local y, de hecho, es asombroso comprobar el gran parecido entre las escenas dibujadas hace cientos de años y las fotografías registradas de casos similares mucho más recientemente.



El afán de rigor visual, de realismo acorde con un criterio científico y naturalista, invitaba a los artistas a recrear este tipo de situaciones no sólo mediante una transcripción gráfica directa, in situ, de la escena, sino como recurso expresivo que daba sensación de información verosímil, amén de la oportunidad de observar, cuando se representaba también a las personas presentes, la escala comparativa entre el tamaño de estos seres y el de un observador humano cualquiera.








antecedentes ilustrativos:


Es fácil constatar las múltiples versiones existentes de la escena inmortalizada por Goltzius, que evidencian el lógico impacto que el acontecimiento supuso en la acomodada sociedad Holandesa de la época. Lo que ya no es tan fácil determinar es cuáles de estas imágenes se corresponden a apuntes realizados directamente en el lugar de escena y cuáles intentan remedar los posibles errores gráficos o zoológicos a partir de imágenes de referencia, tanto si éstas eran directas como si no.

Observamos en todas una cierta insistencia en aprovechar el escorzo del plano de la mandíbula inferior del cachalote para darle una apariencia más ancha y de este modo sobredimensionar la boca del animal para que parezca digno representante del monstruo que se tragó a Jonás, capaz de albergar, por tanto, a uno o más hombres enteros en el interior de su boca, cosa absolutamente inexacta.
El animal mostrado totalmente de perfil y ligeramente boquiabierto de la ilustración de al lado sugiere una boca que vista ventralmente se mostraría ancha, semicircular, y en la ilustración inferior, más abajo de estas líneas, aunque fiel a la realidad, el sombreado inferior y el conjunto de personajes en primer término camuflan la evidencia. Las expectativas del observador fugaz hacen el resto.

De todas formas, la imagen propia de la ballena de las ilustraciones de Pinocho o de la versión animada de Disney es una especie de cachalote inexistente. Se parece superficialmente en su perfil, en su voluminosa cabeza, pero presenta una boca con dientes en ambas mandíbulas (no sólo en la inferior) extremadamente ancha, más incluso que la de animales reales, como marsopas u orcas que sí pudiesen hacer creer posible la existencia de una especie con rasgos prestados de varias diferentes y, a juzgar por las interpretaciones de infinidad de ilustraciones en enciclopedias de historia natural, la distorsión se basa en hechos reales...erróneamente ilustrados



También es curioso observar que el hecho de tratarse de animales facilita que no haya intenciones aparentemente morbosas en el hecho de mostrar abiertamente los genitales del animal, pero en un momento histórico y cultural en que la cultura popular asociaba las ballenas a los peces, resultaba sorprendente que un pez tuviera pene, y al tratarse de uno gigantesco, los artistas difícilmente se resistían a mostrarlo y mucho menos disimulaban la curiosidad que dicho miembro despertaba entre los espectadores humanos (con toda seguridad reflejo de la escena real). Ello ofrecía además la oportunidad de ofrecer una comparación visual llamativa entre el tamaño del pene de un cachalote macho y el del cuerpo de un humano adulto.

Los genitales de los cetáceos normalmente están ocultos en una hendidura corporal, así que, en la antigüedad, escasos mortales tenían la oportunidad de observarlo en la naturaleza, dado que también quedaban ocultos casi siempre bajo el agua. Un animal muerto, desprovisto de la presión del medio acuático y de la flotación, sufre una distribución de la masa corporal que tiende a aplastar el cuerpo contra el suelo provocando que la mortal flaccidez expulse el miembro viril al exterior, así como la lengua, infrecuente entre los peces y difícil de ver en un animal nadando libre en el océano, así que la realitava sorpresa de observarla en directo hace que sea uno de los rasgos persistentes en muchos dibujos e ilustraciones de libros de los siglos XVIII y XIX, que parece que no mostrarían el auténtico aspecto de estos animales si prescindiesen de la lengua colgante y el pene expuesto.

También es posible observar que en muchas ocasiones, sea por una ambigua interpretación de la perspectiva, o por la persistencia de la analogía establecida con la anatomía de los peces, la aleta caudal en la cola del animal no se muestre en un plano horizontal, sino vertical, o el tópico que asocia corpulencia a ballena se malinterprete en confusión con obesidad o redondez (la ballena azul, el mayor animal conocido, es delgada, muy alargada y estilizada) exagerando este hecho en aras de la verosimilitud mal entendida. De todos modos, llegados a este punto, también hemos de insistir en la influencia de los modelos muertos, ya que un cadáver en descomposición produce gran cantidad de gases que se acumulan en el abdomen e hinchan el cuerpo de forma engañosa a la hora de hacerlo pasar por el aspecto habitual de un ejemplar cualquiera (véase como drástico ejemplo el video insertado al final de esta entrada)

Nuestra moderna tecnología cambia poco el aspecto que pueda mostrar la escena, aparte del hecho de poder registrarla fotográficamente o que aparezcan máquinas modernas como vehículos o grúas para solventar la problemática presencia del coloso convertido en un problema de higiene, y aunque los varamientos lleguen a ser desdichadamente más normales y atraigan menos curiosos, siguen siendo fuente de inspiración, de fascinación y también, cómo no anotarlo, de preocupación ecologista, de la que todas las especies de grandes ballenas son baluarte indiscutible para sus más fervientes y concienciados defensores. De todas las especies que han sido objeto de campañas de conservación, sólo ellas dan respuesta al eslogan "¡Salvad...!" de forma inmediata e indiscutible para gran parte, diríamos que mayoritaria, de la población que se autodefine como preocupada por la naturaleza.

Los modernos medios de inmersión subacuática y de registro audiovisual hacen que la sorpresa en cierta medida sea menor, o sencillamente que la gente sepa, sin más, de la existencia de tan sorprendentes criaturas y se contente con que habiten felizmente las aguas en las que, sin embargo, no todos los bañistas quisieran encontrarlos pese a su talante indiscutiblemente inofensivo.


De manera que, aunque sigan siendo dignos de ser registrados gráficamente, las imágenes que generan, como tantos documentos fotográficos de la actualidad, se limitan a testimoniar la presencia directa de los testigos en el lugar, dado que de alguna manera ceden lo extraordinario de la situación exclusivamente a su vivencia en directo, cuestión a la que apunta, entre otras muchas, el curioso proyecto artístico desarrollado por el colectivo Captain Boomer y que rememoraba la aparición de un cachalote a orillas del Támesis colocando sobre una de sus playas fluviales urbanas, a escasa distancia de Greenwich, una réplica escultórica a tamaño natural de un cachalote de fibra de vidrio y polyéster cuyo realismo era acentuado por la presencia de figurantes disfrazados de científicos haciéndose cargo del asunto con vestimenta y artilugios supuestamente especializados.






La imagen se beneficia de la distancia en muchos aspectos para que la apariencia de un objeto sea identificable o sea engañosa dependiendo de la naturaleza de un objeto. El arte figurativo, por más detallado e hiperrealista que sea, busca algo más que engañar a los sentidos en el caso de este proyecto de Captain Boomer. Ya no se trata sólo de que la escultura sea convincente incluso si fuese vista de cerca, observando o tocando su textura al detalle. Pensemos en la pintura hiperrealista y en cómo el advenimiento de fotografía y su asentamiento en la vida cotidiana le dan la oportunidad de semejar ser reales en cuanto que semejar ser fotografías.

Si esta escultura se instalase en un museo de historia natural, su presencia sería sencillamente ilustrativa, y eludiría, posiblemente, parecerse a un animal muerto, por más que ello lo dotara de verosimilitud.

Esta aplicación concienzuda de técnicas propias de los recursos expositivos naturalistas ofrecería sensaciones alternativas al sacarla del contexto de un museo temático e introducirlo en una sala de arte, pero como instalación o intervención en un paisaje al límite de lo natural y lo urbano consigue exactamente lo que pretende: ofrecernos el recordatorio contundente sobre qué es lo que reclama nuestra atención y cómo interpretamos lo que ocurre a nuestro alrededor dependiendo de un contexto. Los artistas que simulan ser científicos u operarios técnicos gestionando la situación sirven de anclaje a un engaño, pero si reflexionamos sobre su papel, son los que consiguen dar credibilidad a un hecho que, al fin y al cabo, había ocurrido de verdad en el pasado. Y






Para conmemorar el incidente de un leviatán varado cerca de Greenwich, cuando el mamífero nadaba río arriba, (quedó varada 2006 y murió-para el Greenwich y Docklands Festival Internacional) , el colectivo de Arte belga Capitán  Boomer creó una reproducción de tamaño natural, de 17 metros (55 pies) de largo, una escultura de una ballena varada. La escultura de la ballena varada apareció a lo vera de la orilla del río Támesis, Londres. 
Actuando también como Intérpretes empleados para pretender ser científicos 'investigando' la escena, y un equipo de la Asociación Marina Birtánica también estaban en escena para responder a las preguntas. "En los últimos años, hemos estado viendo más y más ballenas y delfines en las costas de las islas británicas ", Alan Knight, del grupo británico de buzos de rescate de vida marina, manifestaba a la BBC .

"El varamiento de este modelo cachalote en Greenwich es algo que podría suceder". "Si esto  pasa de verdad, queremos hacer todo lo posible para evitar que una ballena de este tipo y de este tamaño encalle, utilizando una flotilla de barcos para suavemente guiar a la ballena fuera del río"








Incluso contemplando la evidencia del trabajo escultórico, no podemos evitar albergar atávicas sensaciones o pura y llana empatía por la impotencia de la gran criatura desubicada, por estar fuera de sitio como lo estuvo en su día su referente real. La escultura representa la frontera entre lo vivo y lo muerto y su propia ubicación natural pertenece a un espacio fronterizo entre agua y tierra, entre realidad y ficción. Remite a algo cierto, posible e incluso aparentemente reiterativo para los conocedores de los hechos históricos.
Villar Rojas (bienal Venecia)
No obstante, el misterio encerrado en un animal acuático varado remite ante todo a sus circunstancias, a su historia ¿Cómo diablos ha llegado hasta ahí? ¿Qué le ha llevado a esa situación? La cercanía del agua, incluso del agua dulce, enlaza con la lógica de la explicación plausible, y la presencia de los supuestos científicos acaba de amortiguar la pregunta obstaculizándola con una especie de "no es asunto tuyo". Lo sorprendente y lo difícilmente explicable se asocian en prácticamente cualquier escultura monumental, pero la quintaesencia de los gigantes escultóricos serían en este sentido las ballenas en tierra, los gigantes acuáticos lejos del mar, y en este sentido equivalen a un navío tierra adentro, la imagen de la fragilidad de la existencia dependiendo de la fragilidad del medio o de su mera presencia.

La predilección reincidente por el cachalote entre las demás ballenas por muchos artistas plásticos tal vez se deba a su condición de depredador que recurre a la selección y acoso violento y estratégico de presas tan grandes como nosotros. El mayor de ellos sin duda, aunque eso supone desconsiderar como seres individuales a los pequeños camarones y peces que constituyen bancos de los que se alimentan las ballenas filtradoras, que interpretamos casi como pacíficos hervíboros recolectores (cosa que en justicia sólo deberíamos atribuir al manatí). Su potencialidad como monstruo aterrador es lo único que lo destaca entre las demás ballenas, aunque llegar a conocerlo bien haya sido a costa de su interés comercial. Ambas cosas en combinación propician la profundidad costumbrista y existencialista de la novela de Melville.
Mocha Dick (Tristin Lowe)
"Moby Dick", de todas formas, no es un animal cualquiera, y su condición albina, aunque posible o plausible, tiene sobre todo una gran carga simbólica y espiritual que ya hemos comentado en su día acerca de los animales blancos.

Si condensáramos lo expresado hasta el momento en una pieza artística, probablemente tendríamos que mencionar la obra Mocha Dick, de Tristin Lowe (a quien seguramente deberíamos dedicar un monográfico a no mucho tardar) que apunta a una cierta claustrofobia que aumenta considerablemente el carácter aparentemente desubicado de la pieza y lo que representa. Su condición neumática (se trata de una especie de inflable de látex por piezas) establece conexiones y asociaciones que nos hablan de la flotabilidad y de nuevo de la desubicación. Un flotador en un espacio cerrado, seco y estanco es tan chirriante como un paraguas abierto bajo techo:



Mocha Dick (Tristin Lowe):






Otro caso, además de reciente de publicitación, que no podemos eludir en esta selección de imágenes de hoy, es el de la repentina aparición de una escultura de plástico de deshecho reciclado y lona convertido en enorme saco en forma de ballena repleta de basura plástica a rebosar por su enorme boca abierta. El filipino Biboy Royong proporciona una clara imagen reivindicativa que desdichadamente provoca una triste indiferencia antes de reclamar la atención al comprobar que la convincente foto en realidad no oculta la condición de gigantesco títere.



De nuevo se recurre a la más cruda empatía como foco de atención, a pesar de la voluminosa pregnancia de la propuesta, ya que, al fin y al cabo, va a ser mayoritariamente observada a través de fotografías en las redes.




La instalación de la obra de arte se llevó a cabo el pasado 14 de mayo por parte del artista Biboy Royong, quien llamó a su proyecto “Dead Whale” inspirado en un hecho real, cuando murió un cachalote de 38 pies que fue arrastrado por las olas en 2016 a la isla de Samal al norte de la provincia de Davao al norte del país, el cual murió a causa de comer diversos tóxicos tales como plásticos, redes de pesca, madera dura, cuerdas y alambres de acero que le provocaron problemas en el estómago hasta su muerte prematura.


Es curioso constatar que vuelve a ser un cachalote el inspirador del caso real, aunque aquí el artista opta por recurrir a una imagen por así decirlo más genérica, aunque para ser más precisos la figura emula la presencia de un rorcual. Una filtradora, en definitiva, con la característica gran boca armada de barbas filtradoras, o barbas de ballena directamente conocidas como ballenas en el mercado, y que, con sus  múltiples aplicaciones, especialmente en corsetería, fue el predecesor natural de la mayoría de materiales plásticos en relativamente poco tiempo desde los tiempos de sus capturas masivas.








http://culturacolectiva.com/ballena-rellena-de-basura-en-filipinas/

Por primera vez una ballena no fue encontrada muerta en las playas de Filipinas por ingerir desechos tóxicos. Se trata de una escultura de plástico creada por la organización Greenpeace que la colocó en la arena para hacer un llamado sobre el daño que provocan dichos materiales en el agua y al alcance de los peces y criaturas del mar. La escultura mide 15.2 metros cuadrados y fue construida con 60 kilogramos de basura encontradas en la playa de SeaSide del municipio de Naic, perteneciente a la provincia de Cavite.


La representación de la muerte de uno de los seres más grandes en el mar es un fuerte mensaje contra la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) para que actúe de manera urgente contra la problemática de la contaminación de los plásticos que afecta a los animales marítimos de la zona. El organismo indicó a través de un comunicado que el océano se está ahogando en basura, tras tener en su interior 275 millones de toneladas de plásticos, dicha cantidad aumentará de magnitud en 2025 y se prevé que supere la cantidad de peces que habitan el mar para 2050.

Ballena rellena de basura en Filipinas

*Fuente: Greenpeace.

Abigail Aguilar, representante en Filipinas de Greenpeace expresó en dicho texto que mediante un estudio revelaron que los países que más contaminan son Indonesia, Filipinas, Vietnam, Tailandia y Malasia, donde la organización ASEAN tiene el poder jurídico de implementar acciones para detener el uso de plásticos hacia la naturaleza.
Actualmente, Filipinas tiene la presidencia de dicho organismo el cual es rotativo de manera anual, por ello, Greenpeace cree que es un momento oportuno para que las autoridades reconozcan la problemática en la degradación ambiental y la disminución de la vida marina en esa región.

La instalación de la obra de arte se llevó a cabo el pasado 14 de mayo por parte del artista Biboy Royong, quien llamó a su proyecto “Dead Whale” inspirado en un hecho real, cuando murió un cachalote de 38 pies que fue arrastrado por las olas en 2016 a la isla de Samal al norte de la provincia de Davao al norte del país, el cual murió a causa de comer diversos tóxicos tales como plásticos, redes de pesca, madera dura, cuerdas y alambres de acero que le provocaron problemas en el estómago hasta su muerte prematura.

Ballena rellena de basura en Filipinas

*Fuente: Greenpeace.

Royong dijo al medio local spot que la instalación de su obra tardó cinco días con la ayuda de diez personas, eligiendo las costas de Naic que pertenece a la bahía de Manila por lo contaminado de sus aguas, esperando que el drama visual que provoca la muerte de una ballena pueda generar consciencia en las personas para actuar y sumarse a la iniciativa.





Vemos pues que el tema iconográfico de la ballena varada ofrece todos los ingredientes propios y susceptibles de ser observados desde la antrozoología artística y audiovisual, y que esta combinación de poderosos elementos llamativos, memorables, sorprendentes y simbólicos daban rienda suelta a la parte creativa, expresiva o estilística (y en todo caso psicológica) a los artistas/científicos de la edad de oro de la literatura naturalista ilustrada.

Pese a su intención en principio meramente descriptiva y objetiva de los fenómenos y criaturas de la naturaleza, su misma selección parte de la observación de cosas llamativas, de superestímulos que condicionen la configuración de nuestra percepción, siempre a la búsqueda de señales memorables para conformar la memoria y su trasfondo sustentador del presente.





Por ello, al contemplar la belleza intrínseca del trabajo artístico a la vez que descriptivo de dibujantes, grabadores y coloreadores, de su afán de dar fe de lo sorprendente de las maravillas ausentes, se nutren de maravillas gráficas influídas por un espíritu didáctico y en ocasiones hermosamente objetivo, como en la lámina vertical que mostramos arriba a la derecha o ingenuamente narrativo como la de la izquierda.

Y finalmente, debido a todo lo que aquí hemos expuesto, antes de dejaros con una selección de antecedentes gráficos y documentales, quiero invitaros a recordar el comentario que hicimos en su día al respecto de la obra pictórica de Scott Musgrove y el trasfondo de muchas de su imágenes, por poner un sólo ejemplo de artistas conmovidos por la idea de varamiento y su angustiosa antinaturalidad.

Scott Musgrove


















ejemplos documentales:








Indudablemente algo ha cambiado en lo que apreciamos en imágenes que al fin y al cabo reproducen lo mismo que hace cien o doscientos años, incluso mucho más antiguas, como hemos visto, pero su poder básico de seducción es el mismo: la constatación de que las grandes bestias de los espacios más ignotos, del otro mundo que convive con el nuestro en nuestro mismo planeta, existen y también sucumben a la muerte. Lo que cambia es el sentimiento de culpabilidad colectivo, antes inexistente.

He reservado dos imágenes para cerrar esta selección totalmente intencionadas. Una, el desconcertante aspecto que ofrecen con cierta frecuencia algunas ballenas que acusan la presión de su propio cuerpo y la descomposición mostrando una espectacular inflamación de su lengua y su tracto digestivo que inicialmente ha llegado a provocar, en algunos casos, interpretaciones erróneas acerca de monstruos absolutamente desconocidos.






 La otra se corresponde a una orca, también llamada persistentemente ballena asesina, uno de los mayores odontocetos, inteligente cazador en grupo, que por el hecho de ser un solitario, sea en el mar sea en tierra, está fuera de su medio. Además, la orca es el único competidor del poder icónico del tiburón, como temible depredador marino, aunque su cálida condición de mamífero suavice la percepción que de ella se ha filtrado culturalmente. Su presencia en cautividad para espectáculos perversamente encaminados a la supuesta concienciación conservacionista ha propiciado el clima idóneo para el éxito comercial de "Liberad a Willy" y, aunque desconozco datos precisos, estoy convencido en que provocó no menos aumento de visitas a los parques acuáticos con orcas que concienciados por el respeto a la vida animal.
En la secuela de Tiburón, de Steven Spielberg, una orca aparecía varada en la costa con señales de poderosas dentelladas, y aunque posiblemente invertía los términos de la ecuación acerca de conflictos entre orcas y grandes blancos, sin duda establecía un intimidante parámetro de escala.






Usemos pues, la referencia de la emblemática orca, seguramente intimidante aunque se encuentre muerta o agónica, una vez vistas hasta la saciedad las famosas incursiones a la arena de las playas chilenas para cazar focas, como muestra de la pátina añadida de encarnación de la boca del lobo por excelencia, grande, profunda y plagada de dientes. Una imagen ancestral de la que son depositarios todos los grandes depredadores terrestres o acuáticos, pero que en el caso de estos últimos conforma casi exclusivamente el rasgo visible por excelencia del animal, reducido a un torpedo con dientes, desprovisto de la gestualidad corporal empática de los cuadrúpedos con los que nos identificamos.
Los tiburones han acaparado el imaginario monstruoso de la cultura contemporánea, y sus imágenes llenan los espacios televisivos basados en divulgación de carácter zoológico. Y lo hacen hasta la saciedad casi con cualquier pretexto narrativo.
Las ballenas suscitaban especulaciones o leyendas acerca de serpientes marinas, pero también mostraban sus cabezas, sus lomos y sus colas casi al completo en múltiples ocasiones, pero el poder icónico de la aleta triangular compartida por orcas y tiburones no funciona exactamente igual en ambos, porque, pese a la proliferación de imágenes sacando la cabeza fuera del agua, lo cierto es que en avistamientos directos desde la superficie en pocas ocasiones vemos más allá de su aleta, cuya triangularidad ofrece la posibilidad de mostrar la misma forma que se limita a aumentar o disminuir de tamaño dependiendo de la cercanía del lomo a la superficie y, cómo no, del tamaño del animal. La especulación puede apoyarse también en el asomo más o menos alejado de la aleta caudal, pero sin duda la presencia aterradora de aletas visibles en la superficie del mar se puede considerar ya un recurso icnográficamente invencible.

Mafa Alborés
Los tiburones son, por tanto, los otros grandes candidatos a representar el papel de monstruo varado, ya no sólo por su tamaño, sino por su anatomía primitiva y ancestral, que nos mira desde un pasado remoto del que heredamos nuestras propias mandíbulas. No todos, especialmente los más grandes, son temibles carniceros, y hoy día ya sabemos que ni siquiera son tan fatalmente terribles, pero el mal ya está hecho, y los mitos son persistentes, así que ver un inofensivo peregrino o un tiburón ballena en tierra no es sólo una estampa de angustiosa desubicación, sino que emula lo mismo que cualquiera de sus primos de dientes de cuchillo: la derrota involuntaria de un temible enemigo.

Como atestiguó en su día mi ilustración de portada para el disco "Pasto de tiburones" de Bromeaoqué?, el tiburón es un símbolo icónico de la cultura en la que crecí y tanto a mí como a los miembros del grupo nos pareció una imagen memorable y evocadora, porque en ella descansan el alivio simbólico y la supervivencia crítica.



"monstruos" marinos varados (tiburones):


Se cree que muchos cadáveres de tiburones peregrinos desprovistos de sus aletas por efecto mecánico de las olas o las rompientes podrían haber dado origen a leyendas como las grandes serpientes de mar. Un pacífico comedor de plancton, pausado y longevo, que nos pone ante el tópico del pez fuera del agua, donde el mero hecho de tratarse de un pez es lo que alimenta nuestra fantasía, superada ante la evidencia de que existen peces verdaderamente grandes.





Si observamos la imagen siguiente, su poder reside en su imperfección, en su accidentalidad con cierto desenfoque, en que la media luna de la boca y sus curvos contornos se repiten formalmente en la aleta caudal, en la torsión y en el movimiento de su propio cuerpo. Entrando abruptamente en composición, dos pares de piernas que en ese contexto nos recuerdan a nuestras extremidades más expuestas a dentelladas cuando somos nosotros los que nos desubicamos, o tal vez nos reubicamos, en el mar.


Alan Holyoak rescata un tiburón salmón

Por algún motivo, las imágenes del rescate de un tiburón salmón por parte de Alan Holyoak suscitaron enormes números de visitas. Diríamos que en este caso su poder es vicario de la persistente exhibición de tiburones blancos en los medios audivisuales de vocación naturalista, que han habituado a un público bastante generalizado a reconocer la inconfundible estampa del tiburón blanco, tal vez el animal más temido del planeta por los menos propensos a sufrir su ataque. El tiburón salmón muestra una morfología que nos recuerda a una versión en miniatrua del mítico gran blanco, y de ahí que, por inversión de términos, este varamiento de pez relativamente pequeño, sea tan atrayente como el de un gran ejemplar.






Tiburón en Rewal:


Según las fuentes de prensa on line rusas que hemos seguido tras esta imagen, pertenece a uno de tantos elementos de reclamo de una parque acuático junto a la playa de Rewa y cuya aparición alerta a los visitantes de el horario de actividades del parque, llamado algo así como "Ballena Parque" con exposiciones de peces, mamíferos y otras criaturas marinas recreadas entre las que destaca una ballena azul de 35 metros. El parque se publicita como un lugra de divertimento y ocio failiar especialmente destinado a los niños pero atractivo para los adultos.

Es evidente que el poder de sugestión de esta gran escultura móvil aumenta al semisumergirla, pero por alguna razón, el efecto causado por su elevación sobre el nivel de la superficie es absurdamente tranquilizador y supuestamente incita a la diversión.

Resevamos para el final una imagen poderosa, en la que la integridad del gran animal es sin duda preocupante, pero que nos plantea imaginar la vida con la marea medio vacía o medio llena, o para ser más precisos, subiendo o bajando.




                           



enlaces de interés:


http://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com.es/2012/06/la-boca-del-cachalote-una-vez-mas.html

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